Hablamos de La Fuente, ese emblemático sitio que da nombre al mismo Barrio, en el cual hemos nacido y vivido muchos yeclanos que sentimos esta zona de la ciudad como algo mu
y nuestro, de nuestro desarrollo como persona, del escenario de nuestros juegos de la niñez, de nuestro Colegio “Giner de los Ríos” donde aprendimos a ser lo que hoy día somos y nos inculcaron valores hasta entonces prohibidos en nuestra sociedad, de nuestros amoríos, de nuestras tertulias alrededor de La Fuente, de nuestras peleas con grupos de otros barrios, etc. etc.
Ese “pitorro” que saciaba la sed de los vecinos cuando todavía el agua potable no llegaba a las casas del Barrio, al cual las mujeres se acercaban todos los días a recoger ese preciado liquido que llenaba de vida las casa, en un Barrio de los mas humildes de Yecla, habitado por trabajadores con poco poder adquisitivo, donde la mayoría eran eventuales en sus trabajos y mayoritariamente agrícola.
Los primeros recue
rdos que me vienen a la memoria, recién venidos de Sax, a donde mis padres tuvieron que emigrar por falta de trabajo en nuestro Yecla, allá por el año 1972, es el de la casa de mi abuelita Rafaela, el numero 19 de la Calle Abad José Sola, una casa tejavana, con mas de cien metros de planta, tres habitaciones, el comedor que comunicaba a las distintas habitaciones y al fondo de este en línea con la puerta de la calle una cocina, con amplia despensa, comunicándose la cocina con el corral, un aseo que no existía y a la izquierda la cuadra, donde hasta hacia pocos años había servido de WC, como en todas las casas.
La mayoría de las casas de la calle eran muy similares, habían sido construidas por abuelos o bisabuelos y habían ido pasando de generación en generación hasta hoy día, y se habían ido arreglando poco a poco.
La calle estaba sin asfalto, cuando llovía era un barrizal, y cuando no llovía desprendía muchísimo polvo, circulaban aun por esos años alegremente las mulas que tiraban de g
randes carros en dirección a las pozas para descargar “runa” de las obras del pueblo, El Limonero y otro señor que no recuerdo, se encargaban de ello. Todavía en la calle aparcaban los carros, El Curro, mi vecino, y el Tío Perote, tenían sendos carros con una mula que metían en la cuadra, pues se dedicaban al campo y necesitaban de ellas para hacer las labores agrícolas. Cuando podíamos y nos dejaban las madres nos íbamos y jugábamos en los carros, y mas de uno sufrimos algún pequeño accidente cayéndonos del el. También en esta época en las casa se criaban pollos, gallinas, conejos y en la Casa Alta, donde vivía José María, tenían unas cuantas cabras que sacaba a pacentar por los montes cercanos, para el propio consumo y si sobraba algo se les vendía a los vecinos.
A finales de los años setenta las calles se asfaltaron, y antes se aprovecho para llevar a cabo las instalaciones de
alcantarillado y agua potable, se hicieron mas grandes las aceras y en la Calle Abad José Sola al estar la calle mas alta que las aceras se hicieron unas especies de regueros entre esta y las aceras para que cuando lloviera circulara el agua. Y claro una vez hecho esto para poder entrar motos y bicicletas a las casas, cada vecino se hizo un puentecillo desde la calle a la acera, con lo que este mismo en las cálidas noches de verano nos servía para sentarnos cuando salíamos a tomar “el fresco”. La obras duraron mucho tiempo, pero al final se concluyeron, y el barrio con ello sufrió una notable mejoría estética y los vecinos empezamos a tener una mayor calidad de vida.
En la década de los Ochenta fue cuando el Barrio de la Fuente sufri
ó grandes cambios estructurales, aquellos decenios anteriores donde la Administración local nos había olvidado, donde paso del barrio y de los vecinos, donde no se generaron infraestructuras, en esta década se cambio por completo, se construyeron casas, se arreglaron las innumerables calles que quedaban si asfalto, vinieron mas vecinos, con lo que se le dio un impulso al barrio de modernidad, guardando a la vez las costumbres que los vecinos teníamos.
Fueron unos añ
os maravillosos los que vivimos allí, los vecinos no apoyábamos unos a otros, teníamos relaciones de amistad, estábamos en cualquier casa como si fuera la nuestra, nos ayudábamos unos a los otros, nos hacíamos favores, sin pedir nada a cambio, cuando ocurría algo grave en una familia hay estaban los vecinos para apoyarte y ayudarte a lo que fuera. Situaciones que desgraciadamente ya no se dan con los vecinos.
Vecinos de los cuales todavía aun me acuerdo porque cada uno de ello me dejo algo durante aquellos años en los que viví en el barrio, la mayoría de lo que aprendí en esos años eran cosas buenas que me servirían en el futuro, muy buenas. Anica “La Disla” y Lorenzo, Josefa “La Curra”, José “El Curro” e Isabel, “El Tío Ramón”, “Ojos Pirri”, Josefa y Antonio “El Donato”, “Los Perotes”, Pepe y Fina “La Garruda”, “La Cascañeta”, Paca “La de Tambores”, Silvestra, José María “De la Casa Alta”, Eufronio y Teresa, “La Tía Antonia”, Alfonsa y Antonio, Pepe y Cati “La Mondonguera” y por supuesto mi abuelita Rafaela; la mayoría de ellos ya fallecidos pero que entre todos hicieron de nuestro barrio un lugar habitable y confortable a pesar de los pocos recursos de que se disponían en esa época.
Una barrio
que teníamos como símbolo de nuestra identidad a La Fuente, esa edificación que nos sirvió de mucho años atrás, cuando salíamos del colegio cogíamos la merienda, un buen trozo de pan, vino y azúcar o bien con aceite y sal, y nos íbamos a “desafiarnos” con los chicos de otros barrios, a jugar al fútbol, o al tranco, a los “Teques”, a las bolas, o si los “desafíos” se radicalizaban un poco mas nos enfrentábamos con los grupos de otros barrios por la zona de la Molineta, con nuestros tirachinas y “rifles de pinzas” entre piteras y casas, utilizando para ello piedras, hierros de pinzas y en algunos casos las puntas de las piteras, quedándonos a algunos hoy día las marcas de aquella munición tan simple y peligrosa a la vez.
Un barrio singular, de obreros, agricultores, de gentes bondadosas, carácter apacible, de grandes sentimientos hacia los demás, pero a su vez orgullosos de ser de su barrio, del barrio humilde de La Fuente.
Ese símbolo q
ue fue La Fuente durante décadas para todos nosotros, ¡ nos la han ca
pado !, se han cargado la farola que la coronaba, le han puesto mármol o granito alrededor y le han cambiado por completo la imagen. No estamos hablando de un BIC, no estamos hablando de un Monumento Nacional ni nada de eso, y claro se restaura y ya esta, pero si que estamos hablando de todo un símbolo para un Barrio, el de La Fuente, y sobre todo estamos hablando de muchas generación de personas que nacieron, vivieron y murieron en el Barrio de La Fuente. Así que creo que en la “restauración” de La Fuente podían haberse instruido antes para dejarla como antaño, y no como se ha quedado actualmente, sino miren y comparen ambas fotografías.
y nuestro, de nuestro desarrollo como persona, del escenario de nuestros juegos de la niñez, de nuestro Colegio “Giner de los Ríos” donde aprendimos a ser lo que hoy día somos y nos inculcaron valores hasta entonces prohibidos en nuestra sociedad, de nuestros amoríos, de nuestras tertulias alrededor de La Fuente, de nuestras peleas con grupos de otros barrios, etc. etc.Ese “pitorro” que saciaba la sed de los vecinos cuando todavía el agua potable no llegaba a las casas del Barrio, al cual las mujeres se acercaban todos los días a recoger ese preciado liquido que llenaba de vida las casa, en un Barrio de los mas humildes de Yecla, habitado por trabajadores con poco poder adquisitivo, donde la mayoría eran eventuales en sus trabajos y mayoritariamente agrícola.
Los primeros recue
rdos que me vienen a la memoria, recién venidos de Sax, a donde mis padres tuvieron que emigrar por falta de trabajo en nuestro Yecla, allá por el año 1972, es el de la casa de mi abuelita Rafaela, el numero 19 de la Calle Abad José Sola, una casa tejavana, con mas de cien metros de planta, tres habitaciones, el comedor que comunicaba a las distintas habitaciones y al fondo de este en línea con la puerta de la calle una cocina, con amplia despensa, comunicándose la cocina con el corral, un aseo que no existía y a la izquierda la cuadra, donde hasta hacia pocos años había servido de WC, como en todas las casas.La mayoría de las casas de la calle eran muy similares, habían sido construidas por abuelos o bisabuelos y habían ido pasando de generación en generación hasta hoy día, y se habían ido arreglando poco a poco.
La calle estaba sin asfalto, cuando llovía era un barrizal, y cuando no llovía desprendía muchísimo polvo, circulaban aun por esos años alegremente las mulas que tiraban de g
randes carros en dirección a las pozas para descargar “runa” de las obras del pueblo, El Limonero y otro señor que no recuerdo, se encargaban de ello. Todavía en la calle aparcaban los carros, El Curro, mi vecino, y el Tío Perote, tenían sendos carros con una mula que metían en la cuadra, pues se dedicaban al campo y necesitaban de ellas para hacer las labores agrícolas. Cuando podíamos y nos dejaban las madres nos íbamos y jugábamos en los carros, y mas de uno sufrimos algún pequeño accidente cayéndonos del el. También en esta época en las casa se criaban pollos, gallinas, conejos y en la Casa Alta, donde vivía José María, tenían unas cuantas cabras que sacaba a pacentar por los montes cercanos, para el propio consumo y si sobraba algo se les vendía a los vecinos.A finales de los años setenta las calles se asfaltaron, y antes se aprovecho para llevar a cabo las instalaciones de
alcantarillado y agua potable, se hicieron mas grandes las aceras y en la Calle Abad José Sola al estar la calle mas alta que las aceras se hicieron unas especies de regueros entre esta y las aceras para que cuando lloviera circulara el agua. Y claro una vez hecho esto para poder entrar motos y bicicletas a las casas, cada vecino se hizo un puentecillo desde la calle a la acera, con lo que este mismo en las cálidas noches de verano nos servía para sentarnos cuando salíamos a tomar “el fresco”. La obras duraron mucho tiempo, pero al final se concluyeron, y el barrio con ello sufrió una notable mejoría estética y los vecinos empezamos a tener una mayor calidad de vida.En la década de los Ochenta fue cuando el Barrio de la Fuente sufri
ó grandes cambios estructurales, aquellos decenios anteriores donde la Administración local nos había olvidado, donde paso del barrio y de los vecinos, donde no se generaron infraestructuras, en esta década se cambio por completo, se construyeron casas, se arreglaron las innumerables calles que quedaban si asfalto, vinieron mas vecinos, con lo que se le dio un impulso al barrio de modernidad, guardando a la vez las costumbres que los vecinos teníamos.Fueron unos añ
os maravillosos los que vivimos allí, los vecinos no apoyábamos unos a otros, teníamos relaciones de amistad, estábamos en cualquier casa como si fuera la nuestra, nos ayudábamos unos a los otros, nos hacíamos favores, sin pedir nada a cambio, cuando ocurría algo grave en una familia hay estaban los vecinos para apoyarte y ayudarte a lo que fuera. Situaciones que desgraciadamente ya no se dan con los vecinos.Vecinos de los cuales todavía aun me acuerdo porque cada uno de ello me dejo algo durante aquellos años en los que viví en el barrio, la mayoría de lo que aprendí en esos años eran cosas buenas que me servirían en el futuro, muy buenas. Anica “La Disla” y Lorenzo, Josefa “La Curra”, José “El Curro” e Isabel, “El Tío Ramón”, “Ojos Pirri”, Josefa y Antonio “El Donato”, “Los Perotes”, Pepe y Fina “La Garruda”, “La Cascañeta”, Paca “La de Tambores”, Silvestra, José María “De la Casa Alta”, Eufronio y Teresa, “La Tía Antonia”, Alfonsa y Antonio, Pepe y Cati “La Mondonguera” y por supuesto mi abuelita Rafaela; la mayoría de ellos ya fallecidos pero que entre todos hicieron de nuestro barrio un lugar habitable y confortable a pesar de los pocos recursos de que se disponían en esa época.
Una barrio
que teníamos como símbolo de nuestra identidad a La Fuente, esa edificación que nos sirvió de mucho años atrás, cuando salíamos del colegio cogíamos la merienda, un buen trozo de pan, vino y azúcar o bien con aceite y sal, y nos íbamos a “desafiarnos” con los chicos de otros barrios, a jugar al fútbol, o al tranco, a los “Teques”, a las bolas, o si los “desafíos” se radicalizaban un poco mas nos enfrentábamos con los grupos de otros barrios por la zona de la Molineta, con nuestros tirachinas y “rifles de pinzas” entre piteras y casas, utilizando para ello piedras, hierros de pinzas y en algunos casos las puntas de las piteras, quedándonos a algunos hoy día las marcas de aquella munición tan simple y peligrosa a la vez.Un barrio singular, de obreros, agricultores, de gentes bondadosas, carácter apacible, de grandes sentimientos hacia los demás, pero a su vez orgullosos de ser de su barrio, del barrio humilde de La Fuente.
Ese símbolo q
ue fue La Fuente durante décadas para todos nosotros, ¡ nos la han ca
pado !, se han cargado la farola que la coronaba, le han puesto mármol o granito alrededor y le han cambiado por completo la imagen. No estamos hablando de un BIC, no estamos hablando de un Monumento Nacional ni nada de eso, y claro se restaura y ya esta, pero si que estamos hablando de todo un símbolo para un Barrio, el de La Fuente, y sobre todo estamos hablando de muchas generación de personas que nacieron, vivieron y murieron en el Barrio de La Fuente. Así que creo que en la “restauración” de La Fuente podían haberse instruido antes para dejarla como antaño, y no como se ha quedado actualmente, sino miren y comparen ambas fotografías. 
